Los discos no suenan igual cuando otros los ponen a sonar. Lo digo sin ánimo de pendejismo lírico. Al igual que la lectura, escuchar música es una experiencia íntima e intransferible. No sé si esto explique que, raras veces, mis amigos disfrutan cuando pongo música en casa. Digamos que la atención que se presta es mínima. No los culpo, puesto que yo tampoco suelo tener mucha disposición para escuchar música en casa ajena. Fuera de mi entorno cotidiano, los discos se muestran con mil y un defectos. No sé por qué. Aun aquellos que uno ama y pegan siempre con una fuerza arrebatadora, se hacen ajenos.
Claro que todo depende de la casa que se visite. Tengo amigos que ponen un celo extremo al manejar sus discos, procurando no tocarlos sino en los bordes, encontrándolos en sus respectivas cajitas y, más importante, guardándolos tan pronto se los saca del equipo de música. En cambio, hay lugares donde los discos parecen accesorios más que objetos esenciales. Puede que los dueños de casa tengan el mejor de los gustos al coleccionar, pero no se les puede considerar coleccionistas.
No hay oficio sin manías (...)
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Eliseo Cardona / BlueMonk Moods / Miami / Florida
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