Guía mínima como para distinguir (la improvisación,
la firma y lo innombrable)
¿Cómo explicar que el jazz no es música de
ascensor? ¿Cómo explicar que se encuentra cerca de lo popular y lo culto al
mismo tiempo? ¿Habrá manera de hacerle entender al comprador de que aquellos
discos baratitos que se consiguen en los anaqueles de ofertas del supermercado
de quién sabe qué músicos que no está escuchando jazz sino un remedo?
Sigamos. ¿Por qué Ben Webster con su saxofón
suave y discreto, Charlie Parker y su nerviosismo, Thelonius Monk y su piano
minimalista y preciso sí tocan jazz pero no Kenny G ni Spyro Gyra?
La mejor forma de entender el jazz es
escuchando, pero además se tiene que aprender un poco sobre él. El jazz exige
cierto esfuerzo del escucha más allá del puro oído.
Se puede suponer que el jazz tiene dos
características esenciales muy fáciles de determinar y una más que se escapa a
las palabras, porque la escritura fosiliza la experiencia.
La primera característica e incluso la más
importante es la improvisación. Músico que improvisa se acerca más al jazz que
aquel que toca lo mismo una y otra vez. Pero esto no significa que toda
improvisación sea jazz: aquí entramos de lleno a lo que los críticos han
estudiado por muchos años y que prefiero llamar el problema del jazz.
Habrá que añadir otro elemento, éste es mucho
más difícil de elaborar como intérprete y además de distinguir como escucha. El
fraseo es el que obliga al músico a encontrar su propia voz pero también exige
al escucha a distinguir entre uno y otro músico. Es la firma del músico, la
marca personal. Pocos lo tienen, la mayoría se quiere parecer a otros. Pero lo
más difícil como aficionado es distinguir a un músico sin ver la portada del
disco. El blindfold test es una prueba para críticos y músicos de jazz, ésta
consiste en escuchar una grabación sin ver la portada. Es muy complicado responder
correctamente, esto demuestra hasta dónde el músico de jazz escucha y cómo
escucha. Aquí una liga a varios blindfold test de músicos importantes y acá un
video corto donde se demuestra que un músico eficiente puede equivocarse al
escuchar a un clásico.
Además del fraseo, fundamental para que la
música tenga calidad, existe un elemento más que aparece y desaparece en el
jazz: el swing. A pesar de que muchos saben lo que es el swing, no todos saben
cómo es el swing.
No todo el jazz tiene swing pero siempre el
swing es jazz. El swing es la capacidad que tienen ciertos músicos de darle
acentuación a los tiempos débiles en lugar de los fuertes. Pero va más allá de
una explicación técnica. Esta cualidad rítmica no existía en la música africana
ni en la europea. Aparece cuando se reúnen en Nuevo Orleans a finales del siglo
19 tanto las dos tradiciones anteriores junto a la música mexicana y la música
tradicional sureña estadounidense. Esta amalgama se compenetró en el swing, esa
tensión entre el tiempo objetivo y el tiempo subjetivo. Es un ritmo más suelto,
libre, fluido, que permite sentir un bamboleo, una cadencia que arrastra el
tiempo dos hasta el tiempo cuatro pero sin ser una síncopa completa.
Explicadas estas tres características
brevemente es momento de revisar cómo las dos primeras determinan la calidad en
el jazz.
Aunque al principio los músicos no
improvisaban, al “embellecer” ciertos temas, al añadir algunas notas que no
estaban escritas o incluidas en la melodía sembraron la raíz de la característica
más importante. Esto nos demuestra que al hablar de improvisación apenas
estamos destapando el problema.
Un músico que improvisa tiene la opción de
hacerlo por encima de las armonías de la pieza, esto es, inventar nuevas líneas
melódicas. Tanto puede ornamentar las líneas ya existentes o crear por completo
unas distintas. A partir de los años cuarenta y con la irrupción del bebop los
músicos comenzaron a improvisar más y dejaron la ornamentación a la mayoría de
los músicos sin habilidad para inventar líneas originales. Un excelente ejemplo
es Charlie Parker, quien podía tocar la misma pieza de dos formas totalmente
distintas de la primera a la segunda toma y aun así se puede distinguir la
melodía, no importa que no tocara las notas ya escritas.
Para poder explayarse en la improvisación es
obvio que la creatividad del músico es importante. Y el problema se complica
cuando los mismos músicos no saben por qué hacen lo que hacen. Pareciera que la
intuición es el motor principal. Esta intuición funciona con la sencilla
capacidad que tiene el ser humano de escuchar sonidos en su cabeza. Una
habilidad que supongo todos tenemos pero que los músicos deben dominar y
desarrollarla por encima del común denominador. También deben tener la
facilidad de identificar un acorde y encontrar las relaciones con otros.
Incluso algunos pueden deletrear acordes enteros, inventar melodías completas
en su cerebro y después tocarlas. Ese proceso bastante complicado permite al
músico escuchar todas las opciones y desechar las que no servirán. Mientras más
desarrollada esté la capacidad, mejor tocará.
Los solos son el espacio en donde más se
explaya el músico de jazz, ese momento le permite hacer lo que quiera. Es en el
solo donde aparece el fraseo. Y lo hace, hasta cierto grado, gracias a la
improvisación.
En el jazz, como en todo, hay obras maestras.
Éstas se encuentran cuando un solo sobrepasa el mero nivel de interpretación y
se hace famoso. Así, algunos solos que se consideran clásicos no serán tocados
de manera distinta a como fueron creados. No es necesario trasladarlos a otras
cumbres porque ya están suficientemente arriba. Lo improvisado queda unido al
improvisador. Porque el jazzista, en ese momento, también es compositor y único
intérprete de su solo. Quien repita nota por nota el mismo solo nada más
demuestra habilidad técnica pero no imaginación. El sonido queda vacío, las
sutilezas del original desaparecen. Esa cualidad del solo se traduce también en
el fraseo. Distinguir un solo famoso tocado por su creador es la forma más sencilla
de reconocer el fraseo.
¿Cómo distinguir la calidad en el jazz? La
pregunta parece no tener respuesta. La calidad tiene más que ver con la
intuición que con la razón. Esa intuición es la que nos hace recular ante los
discos de Kenny G, porque aunque el saxofonista tenga muchas herramientas
técnicas y haya conseguido un inútil record por tocar durante más tiempo la
misma nota, tanto su fraseo ligero y meloso como la composición y la poca
imaginación de sus líneas no logran entrar a la categoría de jazz. Lo mismo
sucede con grupos fusión como Spyro Gyra, que son demasiados en el mundo del
smooth jazz, el virtuosismo no es suficiente para construir música
sobresaliente, incluso me atrevo a decir que muchos de estos grupos suenan
iguales, sin una personalidad propia lo suficientemente atractiva para
destacar. Y aunque Spyro Gyra o Kenny G llevan muchos años tocando, su música
nunca ha alcanzado las alturas de Ben Webster o Weather Report. Para entender
estas diferencias es necesario preguntarse por la calidad, algo que tiene mucho
que ver con la intuición. Así que aprender a identificar al músico por su
sonido, entender el proceso de improvisación y recordar que no solamente se
trata de habilidad técnica, sino de creatividad al componer y tocar en el momento,
son la base fundamental para distinguir entre la música de ascensor y el
verdadero jazz.
Fuente: Daniel Herrera / revistareplicante.com
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