Como escribió Francis Scott Fitzgerald, "el jazz, en el camino hacia la
respetabilidad, fue primero sexo, luego baile y luego música". Nacido de
las "alcantarillas de la Historia", en las salas de espera de los
burdeles de Nueva Orleáns arrancando el siglo XX, es hoy, al parecer, una forma
respetada de cultura. Y ciertamente puede ser una historia ejemplar. Desde los
esclavos, quienes crearon las primeras formas de esta música eran en muchos
casos hijos o nietos de esclavos.
El encuentro del legado africano que habían
mantenido los esclavos y sus descendientes con los instrumentos y la armonía
europeos gestó una nueva música que cambió para siempre el oído del planeta. A
su costado nacieron el Rythm & Blues y el Rock and Roll, que le sucedieron
como música popular de la época, pues eso fue el jazz en los años dorados de
las Big Bands. Y tantas formas de vida que hoy se consideran patrimonio del
rock, "sexo, drogas y Rock and Roll", se dieron antes en el jazz y en
el blues desde la máxima citada a tocar la guitarra con los dientes.
Se puede saber, también, que Bessie Smith, la "Emperatriz del
blues", consumía alcohol, hombres y mujeres en tal medida que hacen de la Marianne Faithfull del "Swinging
London" de los años 60 una modosita. También fue en su día compás de
rebelión juvenil frente a la música que escuchaban los padres. En sus letras,
en el blues y en el jazz vocal, hubo poco almíbar, sustituido por la llana
expresión del deseo. A veces usaba un lenguaje para iniciados, pero éstos
sabían que era de sexo de lo que se trataba. Así llegó la noticia a la BBC de
que uno de los mayores pioneros del jazz, "Jelly
Roll" Morton, podía contener en su apodo (rollito de mermelada) una
explícita alusión genital, por lo que se dio instrucción de nombrarle siempre
como "Jr Morton". Así lograron que sigamos repitiendo la historia de
la auto-propaganda de míster Morton.
El jazz, que es hoy tierra común en los cinco
continentes, ha sido, en su gestación, un verdadero acto afirmativo de los
negros americanos. Verdaderos genios, hoy estudiados sin tregua por músicos y
aficionados de todo el mundo, sufrieron una constante humillación. Cuando Billy Holiday era cantante de la
orquesta (blanca) Artie Shaw, debía
acceder por la puerta de servicio a los hoteles en los que era máxima estrella
musical. Y arrestos y golpes llevaron a Thelonious
Monk y Bud Powell a las
cercanías de la locura. En la carretera Muchos recurrieron a la heroína como
aislante frente a un mundo hostil. Y murieron muchos muy jóvenes: en la aguja,
la vida en carretera, el continuo ir y venir mientras cada noche vuelve la auto
exigencia de crear algo nuevo a una hora fija y en el camino.
En las últimas décadas, gran parte del jazz se
ha repeinado y apretado el nudo de la corbata (y mayoritariamente alejado de la
toxicomanía). Los muertos en el camino han causado una onda conciencia en los
jóvenes músicos de las últimas generaciones: no más víctimas, no más muerte
temprana, aunque sigue siendo el terreno de la búsqueda, de la libertad, de la
sorpresa. Busca en sus oyentes, que han encontrado en el jazz un modelo
cultural: improvisación, franqueza emocional, verdad.
Tomado de: elguijarroblanco.es
Foto: Bessie Smith
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