miércoles, octubre 17, 2007

De las últimas visitas


Niño Josele. Anda niño! ¡Qué manera de encarar la guitarra española –flamenca y jazzísitca – de estos tiempos! Con mucha lírica y un criterio innovador singular y contemporáneo que lo destaca de entre otros cultores. Muy bien acompañado el Niño. Realmente enriquece al flamenco con su Jazz y le da un aire renovador al Jazz con su flamenco. De pocas palabras José Heredia H., sin embargo, se brindó con su guitarra, con su expresividad en dedos y cuerdas, sin que hiciera falta, entre ellos y la gente, otro diálogo. Excelente performance la de Esperanza Spalding, más que esperanza es una realidad contundente. Creativa y con muchos recursos en el contrabajo, dando el pulso o complementando y cuando cantó: conmovió. Horacio “El Negro” Hernández como siempre solvente, redondeó con orden buenos climas y ambientes. Tal vez, para quienes tenemos el oído habituado a su fuerza, pudo habernos parecido un tanto “sosegada” su participación pero, sin dudas, siempre especial y convincente.
Del 1 al 10 ...un 9.
NuBox. Cuando el Jazz Tour planteó dentro de su calendario anual, la presencia de este grupo oriundo de Alemania – que resurge y retoma con nuevos aires sus proyectos – sin duda, lo hacía para complementar y ampliar el espectro de los estilos (Floor-Dance-Jazz, Acid Jazz, Nu Jazz), dando espacio a fórmulas existentes y exitosas en otras latitudes pero, muy poco conocidas en nuestro país y, por poco conocidas, debe entenderse eso y, además, poco escuchadas, poco “masticadas”.
Más allá de la posible novedad, prevaleció para el público en general un cierto escepticismo respecto a lo que estos músicos y experimentadores de sonidos propondrían (obviamente, con la correspondiente diatriba de nuestros “expertos”, puristas y ortodoxos) lo que se reflejó en menos asistencia de la esperada. El ambiente adoptado, tipo Boliche o Discoteca, pareció a los efectos el más apropiado aunque a mi juicio, confundió más a la audiencia neófita. Realmente diferente, creativo y distinto como efectista el cuarteto, estuvo yendo del Cool a lo “cold” cuando no, y, por momentos, repetitivos y predecibles. Mucho volumen, innecesario creo, no aportaba al trabajo de la banda que entraba en calor más por las luces y el trabajo, que por el ambiente. Estuvieron discretos, cumpliendo con el compromiso, lo que dificultó el aquilatar, por el público, la real trascendencia de la presencia entre nosotros de esta propuesta. Reiner Winterschladen (trompeta) mostró poco, no se exigió, Alois Franz Kott (bajo) muy interesante su accionar, el de más argumentos, Peter Ernst Eisold (batería) inspirado, el creador y provocador de climas, y el DJ ill Vibe (Vincent Graf Schlippenbach) salvo algunos “chispazos” de ingenio, a falta de otros conocimientos de su arte – por mi parte – no transmitió mucho más. Sobre el final del show, subió a escena una joven (cuyo nombre, desconozco) que, para mi gusto, le dio un particular y sugestivo toque de color al espectáculo con su canto.
Del 1 al 10, un 6 pero, bien vale la experiencia.
Dave Douglas Quintet. Si la propuesta anterior (NuBox) era “osada, pero importante”, esta era “lógica y necesaria”. Una emotiva experiencia músico-sensorial que, en perfecta armonía con el Teatro Solís, en tanto escenario ideal, nos dejó totalmente satisfechos. El auditorio, gratamente sorprendido por la alta factura creativo-musical de Douglas con su quinteto, fue dejando la duda y reticencia inicial – en parte expectativas, en parte desconocimiento – y se dejó llevar por lo que Douglas y sus muchachos proponían y, éstos, se fueron adueñando poco a poco del espacio con sus propuestas. Apenas amplificados, casi acústicos, especialmente la batería; ya desde el inicio Douglas mostró que venía con un equipo, en equipo más que con acompañantes y desde la primera pieza (Inspiración), sonaron ensamblados, homogéneos y mostrando una creatividad que trascendía en todo momento la libertad con que se movían musicalmente en cada tema. Conociendo el sonido de Dave Douglas únicamente por sus discos, quedé muy impresionado con la “desusada” presentación a la que estaba asistiendo y, reflexionando sobre el ejemplo, “lección” o, ratificación de que a veces, hay veces en que, simplemente con el volumen preciso (por supuesto, un lugar ad hoc) y el nivel artístico necesario, se crean, climas, ambientes, texturas que, propician un espectáculo musical de gran calidad y originalidad.
Particularmente, la pieza dedicada a Steve Lacy (el notable saxo soprano) fue un compendio de estos atributos que menciono, ¡maravilloso! Precedido de
importantes reconocimientos internacionales, el vanguardista trompetista Dave Douglas efectivamente no se encasilla en estilos, ni en axiomas o etiquetas dentro del género, suena libre, generoso y dúctil, inteligente pues, se rodea de compañeros ideales para organizar sobre la escena, la escenografía perfecta a sus creaciones. Cada instrumentista es parte del resultado. Incluso Douglas, no trata de sobresalir o descollar sino que sutilmente empuja, permite, y logra que sus compañeros entreguen lo mejor, siempre en pro del resultado total. El “equipo” de Douglas, como decía más arriba, lució solvente e, hizo lucir a Dave y su música. Uri Caine en el Fender Rhodes, siempre correcto e inspirado; Eric Revis, al contrabajo, preciso al mantener el pulso e ingenioso en el diálogo; Clarence Penn, batería, creativo y ocurrente, fue siempre el suplemento idóneo, el eje; Donny McCaslin, saxofón, el partenaire, cómplice y apoyo de las ideas de Douglas, quien convenció con sus propuestas y dejó bien claro que, todo lo que de él se dice, es absolutamente justificado.
Del 1 al 10, un 12…
El Jazz, y la magia de la música en vivo, se hizo presente en el Solís.
Pero. El pero, merece comentario aparte. Y el “pero” no es para el artista, ni el espectáculo, ni el Jazz Tour. Es para la insoslayable realidad de la chatura en la que estamos cayendo. Hubo suficiente promoción del espectáculo e información clara. Pero, hubo muy poco público. Pero, persisten en mantener
la vigencia del desinterés por el género en los medios, en las radios.
Pero, las emisoras no programan el género, ni siquiera el realizado por los nuestros. Pero, se insiste en calificar de elitista y música para unos pocos, al Jazz. Pero, dicen que si no conocen o no saben, no lo van a entender.
Pero, una gran parte del público que plena distintos espectáculos, exposiciones o teatros, no sabe a ciencia cierta que va a presenciar.
Pero, muchos salen gratificados luego, por la nueva experiencia vivida y seguro vuelven. Pero, los que estábamos presentes, comprobamos – una vez más – que no hay que entender o saber, que basta con oír y sentir. Pero, ignorar o negar esto, es como suponer que, para disfrutar de una buena comida, hay que saber cocinar …por favor!
Unos peros más. Pero, el asunto o problema, no es (o, no debiera ser) la procedencia de estos músicos. Pero, no es la falta de información, sino la mala información lo que confunde.
Pero, más allá de la eventual frustración del artista que nos visite – por la escasa convocatoria – lo triste es que somos nosotros (la gente en general) los que finalmente, nos perdemos el conocer y disfrutar de su arte. Pero, también nuestros músicos, pierden la oportunidad de confrontar ideas, de tener referencias, de ampliar sus horizontes creativos y mentales.
Pero, aun con todo lo expresado, lo peor, es caer en el “horror”, ya no error, de encerrarnos en el aldeanismo de nuestras propias fronteras.
Claro…matemáticamente, tenemos chance! …tenemos?

Foto Dave Doglas Quintet: (Especial) Andrés Cardinal

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