viernes, septiembre 14, 2007

El problema: Merengue de calle, Cumbia villera, Cumbiancha y Pagode.

En estas regiones al sur del continente americano, han surgido y existen, coexisten con una fuerza arrolladora, generos y subgeneros musicales que, aun cuando se producen como resultado de mezclas, influencias foráneas, terminan siendo manisfestaciones propias como locales y, por ser de extración sumamente popular son similares en su génesis. Y son el paralelo por su influencia social con el Reggaetón - el perreo - (doggy style), el Rap latino o, el Merengue de calle, entre otros. En Argentina reina la "Cumbia Villera" con las Bailantas, luego el "Cuartetazo", el más antiguo que deriva del merengue, ha logrado estar mejor conceptuado. En Uruguay el "Tropical", mezcla ya autóctona de Plena, Cumbia y Axe y la "Cumbia" plancha o Cumbiancha. En Brasil, un destilado propio de las favelas conocido como "Pagode".
Los ingredientes, derivaciones y consecuencias son los mismos y no por casualidad.
Tratándo de darle forma de nota o artículo, a algunas ideas que, las realidades musicales - muy, muy populares - de los últimos tiempos me han generado al tratar de analizarlas, más allá de comprenderlas o no, a raíz de muchas coincidencias y paralelos con otras expresiones que, entre ellas conviven y comparten por contemporaneidad que no por vecindad, me llega y leo la bien interesante columna que, el colega, hombre de la música y la radio, el amigo Alexis Méndez de "Música Maestro", publica en el diario "Hoy" de República Dominicana y en su Blog homónimo.
Se titula: "El problema", y comienza diciendo: "El problema no está en el merengue de calle. El es resultado del problema. El problema no es la abundancia de "basura musical", sino la carencia de buenas propuestas.
No debemos ser absolutistas. No cambiaremos nada sacando el reggaetón y el rap de los medios de comunicación. Estos también son parte del resultado, (...) El problema es que ellos no tienen escuelas de música a su disposición. El problema es que se refugian en "puntos". El problema es que para ellos, el que vende drogas es más "vacano" que los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional…dicen que esos músicos no están "alante, alante".
Sonriendo, me acordé del "atajaperros" (gran escándalo) que en una ocasión me formó una señora, que vendía en la calle, sobre una tabla algunos CD's de música que habían salido a la calle un tiempo atrás acompañando la edición de un periódico "progresista" local. Los CD's en cuestión, de tirada económica, contenían compilados de grupos y músicas variadas. Al pasar y ver el título de uno de ellos me detuve y lo tome en mis manos para ver el detalle. Inmediatamente al comprobar que el título en nada justificaba el contenido lo dejé sobre la mesa cuando, en eso, la señora me dice: "Hay otros de cumbia villera, bailanta, tropical, todo bien 'plancha', baratos. ¿Hay alguno que le guste? ...es poca plata".
Gracias, le dije, aun baratos salen caros y, proseguí: Si yo tuviera ahora mismo mucho dinero, o el suficiente señora, compraría toda la producción de estos discos. En parte para que los grupos obtuvieran su "beneficio" y que no dijeran que se atenta contra su trabajo o su forma de ganarse la vida. Igualmente cubrir los costos de lo conexo. A esta altura, la señora ya me miraba con cara de pocos amigos y había, varios curiosos alrededor. No me detuve ahí: entonces con todos esos discos, una cantidad bien grande estoy seguro, haría una enorme fogata, una monumental fogata con ellos.
La señora me despidió con una una retahilla de "procaces" ademanes y adjetivos como bien han de imaginarse.
Sí, esta señora no podía comprenderme y menos conocer mis razones para derivar en "Nerón de los CD's" con mi destemplada reacción. Lo de ella era obtener algunos pesos para su sustento.
El público cautivo y natural de estos productos, hace normalmente un gran esfuerzo, muchos sacrificios para comprarlos y, poco es lo que finalmente estos discos le van a dejar, como no sea un rato de bailable narcósis, y con sus mensajes, justificar y excusar esta existencia en la que, sin que se den cuenta, son sutilmente atados y mantenidos. Porque la oferta es amplia y contínua. Es, un negocio brillante.
Sin dudas Alexis - en este párrafo inicial - lleva mucha razón.
En lo estrictamente musical, nada aportan y mucho deforman. Estas manifestaciones son el reflejo y nada se obtiene con pretender "callarlos".
Pero, hay otro factor insoslayable y perverso además de lo argumentado por Alexis. Es el de los pingües beneficios que esta industria le produce a unos cuantos personajes. Se mueven millones detrás de toda esta "realidad" que, en tanto industria próspera, invertirá en mantener su clientela.
Porque hacen falta más que buenas intenciones, buenas propuestas y que a quienes les compete dentro del estado se ocupen de sus funciones, que cuenten con proyectos, que destinen recursos. Hace falta compromiso! Y eso nos atañe a todos.
Prosigue Alexis en su columna: "(...) Hace falta dejar a un lado la aburrida e insípida materia "Educación Musical", donde te repiten, desde el 5to curso, hasta finalizar el bachillerato, que "música es el arte de combinar el sonido y el tiempo". Podría ser más factible implementar programas de apreciación musical que involucren a la población escolar, en especial a los niños entre 6 y 12 años y crear cursos alternativos para los que tengan aptitudes musicales. También hace falta integrar, desde la primaria, alguna materia que trate acerca de la "Ética". Eso no tiene que ver directamente con la música, pero hace falta".
En nuestros países aun se mantiene ese desfase, donde en lugar de buscar motivar al joven, acicatear su natural curiosidad, alimentar el espíritu de búsqueda, de aventura y darle razones, simplemente se los deja expuestos sin elementos, frente a arcaicos procesos que - cuando éstos son más vulnerables - terminan por empujarlo a caer y, en su mayoría a ser, masa moldeable e influenciable de estas industrias que están a su alrededor.
Pero no debemos perder la perspectiva. Tanto, el estado como los institutos, escuelas, ministerios o universidades están conformados y formados por gente, por personas.
Lo expresado por Alexis me hace reflexionar. Recuerdo, de mis experiencias por tantos caminos de cambiantes paisajes, por haberlo vivido personalmente, no solo en mi "primera" juventud pues, en la casa de mis padres, de parientes, familia y amigos o en los lugares que solía frecuentar - siendo que siempre hemos estado expuestos y ha habido de todo tipo de músicas - ya sea en radio, discos, cine y hasta en la TV, la música que nos rodeaba y oíamos, con sus cambiantes estilos generacionales y modas, era normalmente considerada, al menos "bien hecha". En general, esto lo pude comprobar reiterado, en el testimonio de aquellos con los que he compartido a lo largo de la vida. Hoy, de manera natural, así mismo ha sido generándose y desarrollándose la mía.
Definitivamente, hay buena música y mala música. Como también hay malos y buenos libros. Sin intentar profundizar o filosofar al respecto, pienso que, de la misma manera que quien me lee, puede discernir lo que es bueno de lo que es malo, a través de lo que le dice su experiencia (formación, educación, memoria heredada) y hasta su corazón, así mismo puede evaluar y concluir respecto a la música. Convengo sí, en que lo difícil de reconocer, de evaluar es, esa delgada línea que separa la una de la otra.
Normalmente muchos confunden las cosas e, inmediatamente replican: "Yo tengo todo el derecho a escuchar lo que quiera o lo que me guste". Lo cual, es totalmente justo, correcto y verdadero. Pero, eso es absolutamente distinto y otra historia.
Complementa Alexis: "(...) De haberlo hecho antes, la imagen del "dominicanyork" no estaría tatuada en todos los rincones de la sociedad: En la música, en la manera de hablar, de vestir…en la televisión, la radio, la política. Cuando me refiero a dominicanyork, no lo hago pensando en la digna comunidad que se desarrolla día a día en la gran urbe, sino a los que viven distorsionando valores… los llamados "jodedores".
Nos explica criteriosamente Alejandro Llano Cifuentes: "Es imprescindible que tomemos a los jóvenes en serio. Como decía el maestro Corts Grau, a la juventud hoy se le adula, imita, seduce, tolera... pero no se le exige, no se le ayuda de verdad, no se le responsabiliza... porque, en el fondo, no se le ama. Y esto es, en definitiva, lo que los jóvenes sospechan y, aunque no se atrevan a declararlo, proceden en consecuencia".
Personalmente, en mi vida sigo siendo un eterno aprendiz.
Con algunos años menos, tenía la creencia, la esperanza de que iba a contribuir a cambiar las cosas. Ahora, en estos tiempos, eso no tiene sucedáneo. Hay una gran decadencia, hay escasés especialmente de valores y voluntad. Se le rinde pleitesía a lo mediatico y lo inmediato, a lo fácil traducido en una, apología de la estupidéz o exaltación de lo vanal.
Según Ratzinger (en palabras de A. L. Cifuentes), "la realidad hace superflua la apariencia. Y esto adquiere crucial importancia en una sociedad poblada de simulacros, como es la "sociedad del espectáculo" en que vivimos, donde lo que se valora es el brillo, la prestada claridad, el reflejo de luces artificiales en la superficie de objetos niquelados.
Si hoy maleducamos a toda una generación desde el punto de vista cívico, es porque les enseñamos a que valoren el brillo y ni siquiera aprecien el resplandor. Les inducimos a pensar según la razón instrumental y no les dejamos sosiego ni libertad para esforzarse en ejercitar la inteligencia meditativa".
Y, concluye Alexis: "(...) Es un problema que puede solucionarse a mediano o largo plazo, o tal vez no se solucione …depende de los que lleven el timón de este carro sin rumbo".
Nos dice Alejandro Llano Cifuente: "Lo que demanda la sociedad es una "nueva ciudadanía", mucho más activa y responsable, en donde las personas no se conformen con ser invitados de piedra en el concierto público, sino que ejerciten con energía y decisión su libertad social, su responsabilidad cívica y su creatividad cultural.
Los nuevos ciudadanos, quienes habrán de tomar el relevo de la cosa pública dentro de poco, tendrán el honor y la carga de configurar ese mundo tan distinto al actual de una forma hondamente humana. Será necesario que aprendan una asignatura que no está en los libros de texto ni se puede incluir en los planes de estudio.
La formación cívica se adquiere como por ósmosis en las relaciones de parentesco y vecindad. Esto pone en primer término la necesidad del buen ejemplo. Sólo quien conviva con buenos ciudadanos aprenderá a serlo. En esta disciplina, todos somos discípulos y maestros a un tiempo. Cada uno debe pensar: que no sea yo el que les falle".
Creo que es muy importante el concientizarse de esta realidad. Pero más allá de comprenderla o de entenderla, es necesario no ser hipócritas veletas y según de que lado el viento sople, tratar de estar bien con "Dios y con el Diablo", y pretender que estos productos tengan, al menos, una advertencia - al estilo de la que llevan impresa las cajetillas de cigarrillos - "el consumir este producto puede ser nocivo para el desarrollo normal de su intelecto...". Aceptarlas equivale a asegurar su mantenimiento (que el negocio rinda muchos dividendos), en las mismas condiciones en el mejor de los casos pero, seguramente con una sustancial brecha social y cultural. Comprender estas expresiones y entenderlas, no ha de significar aprobarlas.
No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si marchamos por el mismo camino... en esta especie de "Super Market cultural" en el que estamos inmersos, y en un mundo, cuya comprensión nos trasciende.

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