martes, marzo 05, 2013

La experiencia sonora


(Extracto) La experiencia de escuchar desde un universo cuántico donde todo está conectado con todo, es en todo el sentido de la palabra, una labor creadora, no solo de quien genera los impulsos sonoros sino de quien los escucha, ya que son los oídos y la mente los únicos capaces de imponer límites a lo escuchado, son los únicos responsables de la trascendencia y el alcance de la experiencia misma. Por eso es importante que cada humano se cuestione, se enseñe, se escuche, desaprenda y aprenda, se reprograme constantemente. Que encontremos el sonido desde el silencio, desde la quietud. Desde la neutralidad de nuestros pensamientos, la honestidad de la intuición. Aprender a escuchar es aprender a sentirse, a callarse, a detenerse. El sonido hará el resto. No hay que pensar lo que significa, no hay que pensar lo que nos traduce en imágenes o sensaciones, eso simplemente surgirá si así lo desea la madre sonora. Tan solo basta con silenciarnos interiormente y dejar que la magia misma del sonido nos cobije y nos haga cada vez seres de mayor experiencia musical. Es cuestión de no juzgar lo que suena, de no clasificar lo que suena, de no mirar lo que suena, de no pensar en los causantes de lo que suena. Solo dejar que suene, porque es por ahí donde la trascendencia del sonido se vuelve música en nuestro ser, una experiencia fuera de lo físico, fuera de la tercera dimensión, pero igualmente dependiente de esta ya que es en el plano material donde está la puerta a ese sonido infinito: los oídos. La mente necesita del cuerpo, como la música necesita de los oídos y el sonido. Pero el alcance de estos, es tan infinito como el alcance de la mente, sujeto a nosotros, esclavo de nuestra percepción. (...)
(...) Es fundamental tener claro que la experiencia como tal de escuchar, se obtiene tan solo con la existencia de nuestro canal auditivo. Es decir, si nacemos escuchando, nuestra experiencia en el mundo es experiencia musical, sonora, sentida desde los oídos. Lo interesante es que al escuchar una pieza, un paisaje, un objeto, una canción, los únicos dueños del alcance de esas vibraciones son los oyentes. El artista se vuelve tan solo un guía, un generador a quien no le es posible definir la magnitud de sus creaciones, porque la posición consciente del oyente será la que determinará el límite de lo escuchado. Por eso como ya se ha dicho: detened vuestros mundos y mentes, y tan solo abrid vuestros oídos a la escucha profunda. (...)

Tomado de: misazam / hispasonic.com

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