martes, marzo 05, 2013

Forma y fondo


Creo que hay principios universales que han de estar presentes en toda creación de valor, hablo de cualquier disciplina y, como no, de la que nos atañe a nosotros, la música. Uno de estos principios, quizá el más significativo, es la originalidad personal, ya que dentro de un mismo género existen tantas posibilidades como personas o bandas haya, y no es  bueno que con tanto se haga tan poco. El problema aparece cuando ese principio de supuesta originalidad es impuesto desde arriba hacia abajo y no conformado desde la base al devenir, ésta es una dirección contraria a la autenticidad y por lo tanto más cercana a asegurar un resultado final que pueda beneficiar el bolsillo que al mismo proceso creativo el cual ha de ser, todo él, igualmente importante. El proceso es lo que da sentido, vida y obra es lo mismo, un continuo ejercicio personal donde la individualidad ha de sumar cada vez más puntos en contra de los cánones colectivos impuestos. Al fin y al cabo las modas caducan, vienen igual que van.
Es natural que exista una evolución y diversidad de tendencias musicales, no hablo tanto de la cantidad como de la calidad. Los avances sociales, tecnológicos e ideológicos así como las necesidades lógicas de cambio culturales no tienen por qué pelearse con el mérito de tantos músicos de indudable valía, pero lo hacen. Cada seguidor tuitero de cualquier “artista de fábrica” no es que devalúe en sí misma la obra de cualquier artista de espíritu, devalúa lo que significa la música en general y lo que representa una sociedad respecto a su modo de pensar. Claro que debe crecer el género en propuestas y motivos, nada estancado vale de mucho, pero la calidad de esas propuestas y motivos ha de ser coherente con la capacidad humana, tan grande como es, de auto-cultivarse a través de estímulos externos, algo que creo está hoy más que nunca perturbado por la simplicidad de fórmulas, la multiplicidad de soportes y sobre todo por la sobreinformación y rapidez con la que se consigue lo que se quiere, contraria al ritual que merece la escucha una buena canción.
Estoy a favor de la libertad de expresión, como no, pero a la vez en contra de la libertad de exposición. Debe haber un mínimo de rigor. Igual que hay controles de calidad en los alimentos que compramos y consumimos para nutrir nuestro cuerpo tendría que haberlos para los contenidos culturales que nutren nuestra alma, entre ellos la música, venga de donde venga.

Fuente: Luis DelRoto / cultura.travelarte.com

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