martes, noviembre 16, 2010

El Jazz de Bach

El mundo de la música clásica no tiene porque ser antagónico respecto de otras dimensiones musicales, y el jazz en particular parece serle cercano en más de un aspecto; sobre todo a partir de la aparición de un jazz que resulta notoriamente academicista y que podría denominarse de élite, aunque ante ello merecería recordar que una parte importante de las obras que componen el repertorio clásico fueron en su origen piezas de carácter absolutamente popular. Sin embargo, es también necesario reconocer una diferencia fundamental entre ambos universos musicales, que de alguna manera marca límites hasta cierto punto irreconciliables y claras fronteras. Esta diferencia radica en el hecho de que allí donde el ideal de la música clásica reside en que el intérprete ejecute la obra en cuestión lo más fielmente posible respecto de su partitura original, el jazz se deleita en cambio incorporando variaciones de todo tipo, al punto de hacer de esta característica su perfil creativo más fuerte. Esta cualidad del mundo del jazz es la que da origen a los llamados standards, composiciones que la generalidad de los intérpretes conoce de memoria y que son ejecutados una y otra y otra vez, aunque siempre de un modo diverso, al punto de que resulte difícil hallar dos interpretaciones verdaderamente similares de un mismo standard, incluso en el supuesto de haber sido ejecutadas por un mismo músico. Por otra parte, es por todos bien conocido que el padre de la música occidental, Johann Sebastian Bach fue el primer gran improvisador de la música. Su fecunda obra es considerada como la cumbre de la música barroca y una de las cimas de la música universal y del pensamiento musical occidental, epicentro de la música occidental, y uno de los grandes pilares de la cultura universal, no sólo por su profundidad intelectual, su perfección técnica y su belleza artística, sino también por la síntesis de los diversos estilos internacionales de su época y del pasado y su incomparable extensión. Bach es el último gran maestro del arte del contrapunto y su máximo exponente. Sus obras más importantes están entre las más destacadas y trascendentales de la música clásica y de la música universal.
La seducción que ejercen las obras de Bach en los músicos y en los oyentes de jazz no es caprichosa y tiene varias explicaciones. La más superficial, y también la menos convincente, es la exhibición de virtuosismo que demanda su ejecución. Pero, por otro lado, no es menos cierto que esa música parece la menos propicia para la improvisación. Aunque la improvisación colectiva del jazz temprano de Nueva Orleans era eminentemente polifónica, es evidente que el contrapunto imitativo (en el que las distintas voces repiten los mismos motivos melódicos a la manera de un canon), típico de algunas de las fugas de Bach, resulta difícilmente conciliable con la autonomía necesaria para manipular a discreción una melodía. El pianista ciego Lenie Tristano, que había recibido una formación clásica, creyó encontrar una relación de consanguinidad entre Bach y el jazz que procedía de su fascinación por la linealidad y los contrapuntos rítmicos. Su tema G Minor Complex, constituye la prueba definitiva del modo en que Tristano revisó productivamente la herencia de El clave bien temperado. Más o menos por la misma época, otro pianista formidable, Bud Powell, plasmó en su disco Bud! una referencia al barroco de la escuela bachiana en el tema Bud on Bach.

Fuente: laquintadisminuida.com

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