viernes, noviembre 09, 2007

La Trascendencia Intrascendente.

Sucede específicamente en este lugar del sur del continente, Uruguay, pero, seguramente encontremos parecidos, en otros puntos cardinales.
Para quienes de varias maneras estamos vinculados por nuestras actividades al movimiento artístico-cultural, esta realidad se nos hace más evidente, vemos con preocupación, la despreocupación y la creciente indiferencia de los medios en su función o, debo decir, de aquellos que, en los medios tienen la responsabilidad. Los espectáculos, los eventos, las presentaciones acaso algunas obtienen el grado de noticia y en general apenas si son tratados como información y poco detallada, usualmente material de cartelera. Salvo claro está, cuando otros intereses tienen lugar y, porqué no, en otros casos justo es reconocer, las honrosas excepciones. Esto en lo previo. Y, esto es lo que le llegará al público, cuando efectivamente le llega. Así las cosas, es poco lo que se obtiene para discernir, en cuanto al nivel de calidad y de importancia de la oferta. No hay un compromiso por establecer parámetros iniciales como, como veremos, tampoco para luego generar los finales que, son efectivamente los de la trascendencia.
Después del último aplauso -de mucho, poco o casi nada de público- cuando la sala, lugar o teatro, queda vacío, de los comentarios de lobby y de hall, deviene el silencio. Es abrumador saber cuántos excelentes espectáculos y propuestas pasan sin pena ni gloria y quedan en el olvido.
No se producen reseñas, crónicas, foros de opinión, comentarios o críticas en los medios, que generen un ambiente de debate, de polémica constructiva, informativa y formativa que propicie por un lado, el conquistar el interés del publico, motivarlo e integrarlo dándole la importancia, la participación que le corresonde y, por otro lado, que produzca la necesaria preocupación por elevar y mantener la calidad como la competitividad de la oferta. Eso provoca la trascendencia, esa es su significación. Trascender es permanecer, con todo lo que implica.
Esta manifiesta ausencia de trascendencia al trivializar el hecho cultural por parte de los medios y seguramente de quienes le compete, en otras esferas, banaliza y minimiza, el valor de todas las expresiones artísticas. No hay dudas que en los tiempos que corren uno de los dramas es que se ha perdido la exigencia artistico-musical y, cultural en general, con la consecuente "chatura" en la que estamos inmersos. Lo superficial por sobre lo esencial.
La trascendencia de los hechos (culturales) supone además, por su proceso decantador, la sinceración de las propuestas, una sana y vital competencia, mayores beneficios económicos, el respeto a todas las manifestaciones y especialmente la consideración del público.
Trascender también es progresar.

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