martes, julio 03, 2007

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En esta parte del mundo, en el hemisferio sur, estamos en invierno. En una ciudad como en la que vivo (Montevideo, la ciudad capital más austral del continente) de cara al mar -en realidad es río, el Río de la Plata- hace bastante frío y, particularmente este invierno, se ha presentado con temperaturas muy bajas.
El frío y yo, como que no nos llevamos del todo bien. Especialmente a la hora de sentarse a escribir. La inspiración -normalmente en forma de voluntad, de motivación- no parece rondar y los dedos de las manos y los pies (tiesos) -aun con el cercano calefactorcito de halógeno- me recuerdan persistentemente que estamos en época hibernal.
Pero, me he hecho el compromiso, de mantener -más o menos- actualizado el Blog, de manera que, con muchas interrupciones (para calentar mis manos, buscar café, te o mate, para "templar" el espíritu, etc.) hecho mano, valga la reiteración, de apuntes y notas que siempre recopilo y acopio con la finalidad de analizar, estudiar para tratar y desarrollar luego en algunos de mis escritos.
Como los que siguen o, como este que recolecté de "nuvolaglia" y en el cual Oscar Pita-Grandi nos dice que: "como toda expresión artística, el jazz no está exento de detractores o aguafiestas. Algunos de éstos sostienen que el eclecticismo del jazz es incompatible con el buen gusto. Es decir, que lo que se alimenta de aquí y de allá, de elementos diferentes para crear algo, no es de buen gusto por su condición “impura”. Cosa más absurda. No existe hombre puro. El arte camina con el hombre; y lo sobrevive si es que posee, dicho arte, cierta valía para las sociedades venideras. Y también como el hombre, el arte altera lo presente, transforma ilusiones de futuro, anula o esquiva o se funda en lo pretérito de su existencia para mirar desde allí, y crear o saltar hacia lugares solo accesibles desde el fondo de su memoria. Aquellos detractores olvidan que el jazz es en esencia ecléctico, o sea, impuro. Aquella condición de impureza del jazz es su mejor virtud. La música moderna le debe lo que es al jazz y a su eclecticismo. Desde el charleston hasta el grunch. El jazz es un híbrido desde que nació y lo será hasta que muera. Nosotros, al oír el jazz de hoy, podríamos pensar que es puro; sucede que surgió hace tanto tiempo que ya hemos olvidado, acaso nunca lo supimos, que tan impuro fue alguna vez.
El jazz es música humana, decía Erick Dolphy, y esto lo comparten muchos músicos. A Duke Ellington le encantaba hablar de "humanidad", y la pianista Jo Ann Brackeen ha dicho que jazz significa “hacer espiritual lo humano”.
Ahora bien. Que uno sea un ecléctico no quiere decir que apruebe todo tipo de entreverado musical sin ningún juicio crítico. Juicio, buen gusto y criterio que, en la música que de forma tan extendida, de la mano del jazz devino en llamarse de "fusión", tienen que aplicarse para determinar cuando estamos ante una experiencia sonora interesante o cuando por el contrario, ante un "gazapo", desliz creativo o un "arroz con mango" (simple mezcolanza).

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