Entre otras razones, aun cuando no es del todo mi caso, de muchas maneras lo comprendo - por la práctica - y, por aquello de que,
“no se puede aprender un lenguaje sin escucharlo hasta el cansancio, sin hacerse familiar con su sonido”, reflexiono sobre lo que en un interesantísimo artículo escribía el colombiano Juan Carlos Garay cuando recordaba la frase que dijo, al parecer, Thelonious Monk, aunque también se la han atribuido a Frank Zappa y a Laurie Anderson:
“Escribir sobre música es como danzar sobre arquitectura”. Quienquiera que la haya pronunciado resaltaba la gran dificultad de describir los pormenores de un arte a través de otro que tiene una dialéctica muy diferente. “¿Qué significa un La menor?”, recuerdo que le pregunté a un profesor en la universidad. “No significa nada”, me contestó, “pero si le sumas un Re menor y después un Mi 7 ya tienes algo”.
La respuesta no la entendí por lo que me dijo, sino porque esa misma tarde saqué la guitarra y toqué los acordes. La palabra, en términos musicales, suele ser impotente.
Y concluye: pero, no por esas limitantes dejará de escribirse y de leerse sobre música. Es uno de los placeres paralelos que tiene la melomanía.
"El crítico, es la persona que conoce el camino, pero no puede conducir el automóvil".
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