Si de algo podemos estar seguros es del constante y continuo cambio de todas las cosas. El cambio puede ser en muchos sentidos; pero no necesariamente hacia una mejora o excelencia. Es curioso notar que hasta la naturaleza en su evolución camina siempre hacia una mayor complejidad. Como no podía ser menos, esta mudanza afecta naturalmente a las actividades culturales.
Se ha trivializado y banalizado el arte y se ha convertido en algo sin consistencia, sujeto a la frivolidad de la moda. ¿Qué va a quedar, como muestra para el futuro, de las actuales creaciones? Nos deprime contemplar unos museos de arte contemporáneo cuajados de objetos inanes, absurdos, muestrarios de verdaderas naderías, exaltando el feísmo y lo horrendo. Pura banalidad.
Creador, Cultura: dos palabras talismán. Hoy, en cambio, parece imperar lo grotesco, el feísmo y la invención de cosas nuevas aunque sean banales e intrascendentes.
¡Ah!, pero es la Cultura
Por mucho que este estado se quiera atribuir a los cambios y exigencias de la sociedad actual, la esencia del hombre, con sus virtudes, sus miserias y sus necesidades, es la misma que en tiempos de las cavernas. Por ejemplo: siempre se seguirá oyendo a Mozart y a Bach. En cambio muchas experiencias que parecían definitivos hallazgos en música, desde el dodecafonismo y el atonalismo hasta nuestros días, ya nos han dejado de interesar.
¿Tenemos posibilidad de elección en el mundo de hoy? ¿Estamos seguros de ser libres para escoger en una sociedad dominada por los poderosos medios y las técnicas de manipulación? ¿Puede alguien sentirse seguro de no estar manipulado? Publicidad y propaganda, dos poderosos resortes que, junto a los medios de difusión en manos de unos pocos, deciden lo que las masas deben pensar. Con tal presión bien difícil es ser uno mismo y tener independencia de criterio.
Es difícil comprender el comportamiento de estos grupos no muy numerosos, afortunadamente, pero que hacen mucho ruido con sus vitriólicos argumentos. Se caracterizan por su aversión a todo lo excelente, bien sea en política, en arte o en cualquier otra manifestación. Para los integrantes de estos grupos su mayor felicidad consiste en desmantelar o, simplemente, destruir todo lo que es noble.
Son los que se apuntan a un relativismo cultural que defiende que todas las culturas son iguales. Para ellos tiene igual valor una canción de verano que un aria de ópera, un graffiti, que el techo de la Capilla Sixtina. Según Alexis de Tocqueville, para conseguir una mayor igualdad habría que pagar el precio de la mediocridad y de la pereza intelectual y espiritual.
Fuente: allonca.com
3 comentarios:
Hermano: arriesgado pero, no menos cierta la conclusión que nos expones. A veces no nos damos cuenta de cuánto estamos cambiando...no necesariamente para bien. Gracias
No se si quienes dirigen las politicas culturales leen este tipo de artículos -que los retrata- pero, cuánto de cierto hay...
Ojala no sea atrevida tu afirmación en lo relativo a que siempre se escuchará a Mozart y a Bach... y que no sea en ningún atentado musical propiciado por la remezcla de un DJ
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