¿Consonacia o Disonancia?. En la música, el concepto de
consonancia y disonancia ha ido variando a lo largo de los años, porque no
dejan de ser conceptos subjetivos que dependen de las reglas y cánones que
rigen la composición musical de cada época.
En
cualquier caso, todos tenemos una idea innata de qué música nos parece
consonante o disonante o en que combinación ambos parámetros se mezclan.
Dejando a un lado las explicaciones matemáticas y fisiológicas, para el pueblo
llano se supone que consonantes son los sonidos que se perciben distendidos,
mientras los disonantes provocan cierta tensión al escucharlos.
Nuestros
cerebros y las escalas musicales que utilizamos parecen haber coevolucionado.
No es ningún accidente el que tengamos esa curiosa disposición asimétrica de
notas en la escala mayor: es más fácil aprender melodías con esa ordenación.
Periodos críticos de aprendizaje y
Neuroplasticidad. Sabemos
que hay períodos críticos para la adquisición de nuevas habilidades. Por
ejemplo el lenguaje, si el niño a los 6 años no ha aprendido el idioma, nunca
aprenderá a hablar con la facilidad que caracteriza a la mayoría de los nativos
de dicho idioma.
Con la
música y con las matemáticas el margen es más amplio, pero no ilimitado. Si un
estudiante no ha recibido lecciones de música o matemáticas antes de los 20
años, aún puede aprender esas materias, pero con gran dificultad,
Esto es
debido a la trayectoria biológica del crecimiento sináptico. Las sinapsis del
cerebro están programadas para crecer durante un número de años, haciendo nuevas
conexiones. Después de ese período, hay un cambio hacia la poda, para librarse
de conexiones innecesarias. Eso es la neuroplasticidad, la capacidad del
cerebro para reorganizarse. Los niños y adolescentes tienen una capacidad
neuroplástica mucho mayor.
¿Simple o complejo?. El equilibrio entre simplicidad y
complejidad en la música también influye en nuestras preferencias. Existe una
relación metódica entre la complejidad de una obra artística y lo que nos
gusta. Por supuesto que complejidad es un concepto subjetivo. Lo que a una
persona le parece aburrido y de una simplicidad odiosa, a otra podría parecerle
fácil de entender, debido a diferencias de formación, experiencia, interpretación y esquemas cognitivos.
Los
esquemas lo son todo, estructuran nuestra comprensión; son el sistema en el que
emplazamos los elementos y las interpretaciones de un objeto estético. Los
esquemas alimentan nuestras expectativas y nuestros modelos cognitivos.
Cuando
una pieza musical es demasiado simple tiende a no gustarnos, nos parece
trivial. Cuando es demasiado compleja, tiende también a no gustarnos, nos
parece imprevisible: no percibimos que esté asentada en algo familiar. La
música, como toda forma artística en realidad, tiene que lograr para que nos
guste el equilibrio justo entre sencillez y complejidad.
Una
pieza nos parece demasiado simple cuando es tan previsible que resulta trivial,
parecido a algo que hemos oído antes y que no nos plantea el menor reto.
Mientras la música va sonando el cerebro va pensando por delante cuáles son las
diferentes posibilidades para la nota siguiente, hacia dónde va la música.
Las
reacciones a lo no previsible son diferentes en cada persona.
La
música que contiene demasiados cambios de acordes, o una estructura con la que
los oyentes no estén familiarizados, puede conducir directamente al botón de
stop. Y esto puede suceder con estilos tan dispares como el jazz o el math metal.
Escuchar nuevas músicas…¿pereza o desafío?. Intentar apreciar nueva música
puede ser como considerar una nueva amistad, teniendo en cuenta que lleva
tiempo y que a veces no hay nada que puedas hacer para acelerar el asunto. Si
oímos una pieza radicalmente nueva el suficiente número de veces, parte de esa
pieza acabará codificada en el cerebro y formaremos hitos. Si no lo has hecho
nunca, el trabajo puede ser titánico, si lo has ejercido a lo largo de tu vida,
resultará un entretenimiento ameno, divertido y enriquecedor.
No
entender la forma sinfónica o la forma de sonata, o la estructura AABA
(verso-verso-coro-verso) de una pauta de jazz es el equivalente en escuchar
música a conducir por una autopista sin señales de tráfico; no sabes donde
estás, ni cuando llegarás.
Otros parámetros que también influyen. Los propios elementos de la música pueden
suponer una barrera que impida apreciar una nueva pieza. Si la música es
demasiado fuerte o suave puede resultar problemático, incluso el registro
dinámico (la disparidad entre las partes del sonido más fuerte y más suave)
puede hacer que algunas personas la rechacen.
El que
quiera escuchar música para relajarse o para estimularse es probable que no
quiera escuchar un tipo de música que recorra toda la gama de intensidades.
El ritmo
y las pautas rítmicas influyen en nuestra capacidad para apreciar una
composición o un género musical determinado. El timbre es otra barrera para
muchas personas.
La música sublima lo humano. Por supuesto, nuestras preferencias
musicales están condicionadas también por la experiencia y el resultado de
dicha experiencia, positivo o negativo. La experiencia sensorial nos causa
placer y su familiaridad y la seguridad que esa familiaridad nos aporta nos
resultan gratas.
Muchos
sentimos que la buena música nos conecta con algo mayor que nuestra propia
existencia, o con otras personas. Incluso cuando la buena música no nos
transporta a un lugar emocional trascendente, puede cambiar nuestro estado de
ánimo. Es comprensible pues, que podamos mostrarnos reacios a bajar la guardia,
a prescindir de nuestras defensas emotivas, con cualquiera.
El poder
del arte consiste en que puede conectarnos entre nosotros, y con verdades más
amplias sobre lo que significa estar vivo y lo que significa ser humano. Las
conexiones con el artista o con lo que el artista representa pueden formar
parte de nuestras preferencias musicales.
Fuente: Daniel Levitin / Ciencia-Filosofía-Música / filotecnologa.wordpress.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario