Pocas veces se ha dado que un artista -particularmente si se considera poco conocido o difundido (publicamente) en lo local- pueda y tenga que realizar dos funciones para cumplir con la demanda.
En lo personal, me alegra mucho este suceso. Por el Jazz Tour y su equipo que ha apostado a las mejores propuestas regionales como del entorno mundial, en una gestión que mejora su funcionamiento de concierto en concierto. Al Teatro Solís, por facilitar hasta donde les es posible, un escenario que reúne las mejores condiciones y, a los auspiciantes, sean instituciones o empresas que, creen firmemente en estas iniciativas y las apoyan, cosechando, como puede apreciarse excelentes frutos y logrando los objetivos planteados. Pero, muy especialmente me alegro por el público, aquel, este, público que con buen gusto y mejor criterio, no solo muestra la disposición de aupar con su presencia las ofertas presentadas, sino que poco a poco, va encontrando elementos para discernir y, en su exigencia, elevar el nivel y la calidad de los espectáculos exhibidos, en todos los sentidos.
Decía, que Lenine vino a reiterar la calidad que ya había asomado en Enero, en Lapataia (Punta del Este) y tal como pudimos apreciar, un show compacto, sin fisuras, entretenido y que la audiencia -de ambas funciones, con el teatro a pleno- daba muestras de conocer el trabajo y trayectoria del artista y, de ahí, mi comentario inicial. La música de Lenine, ecléctica y versátil, propende a no quedarse en solamente una manifestación de sonidos brasileños, y reúne en sus composiciones elementos que, precisamente, sin dejar de percibir las raíces, el color y el calor, tienen también conexión con lo contemporáneo universal en general. La banda que lo acompaña, de no solo joven espiritu, perfectamente ensamblada y aceitada, donde todos destacan por su aporte es, o hace, el marco esencial para el trabajo creativo de Lenine, la inclusión de vientos, es especialmente singular, diferenciador.
El estilo personal y la presencia en el escenario de Lenine, fuerte sin ser avasallador y melódicamente rítmico no decreció el interés en ningun momento. El sonido general de la banda y como se escuchaba -la banda-, fue de los mejores que he oído en el Solis, pero...(siempre, el bendito pero) no pude en ningún momento, "entender", ni decifrar o comprender lo que Lenine cantaba. Esta apreciación pude constatar que no fue solo mía sino...general. Otro "pero": los infaltables "desubicados" de siempre, aquellos (tres o cuatro) presentes en muchos espectáculos y conciertos, trátese de quien se trate el artista. Los que no permiten con sus desafueros que, quienes están cerca de ellos, disfruten, aprecien y participen con tranquilidad del show.
Ainda asim, valeu gente...
Del 1 al 10, por la entrega, le doy un 10. (JR)